La Unión Africana está estrenando su flamante sede en Addis Abeba, un edificio de veinte pisos construido en un terreno cedido por el gobierno etíope, incluyendo hasta una sala de conferencias para 2500 personas y un helipuerto. Justo en frente se levanta una resplandeciente estatua dorada de Kwame Nkrumah, el líder independentista y primer presidente de Ghana que impulsó el movimiento panafricano y el nacimiento del organismo continental. ¿La particularidad? El complejo ultramoderno fue un regalo de 200 millones de dólares del gobierno chino.
Su inauguración la semana pasada, durante la cumbre del organismo africano, fue celebrada por lo alto. Tanto que en su discurso de apertura el presidente etíope Meles Zenawi afirmó que “el increíble re-surgimiento de China y su compromiso con una relación de gana-gana con África son una de las mayores razones del comienzo del renacimiento africano”. Un entusiasmo similar demostró Jia Qinglin, número cuatro en la cúpula del gobierno chino. “La gente de China y de África son buenos amigos, buenos socios y buenos hermanos. Nuestra amistad es tan sólida como las alturas del Monte Kilimanjaro y tan vibrante como los ríos Yangtse y Amarillo”, señaló el ex alcalde de Beijing y protegido de Jiang Zemin.
¿Pero por qué Pekín construiría una sede para la Unión Africana? Para comenzar, el comercio bilateral entre China y África alcanzó los US $120.000 millones el año pasado, un volumen seis veces mayor que hace un decenio. Y, desde hace dos años, Beijing se convirtió en el primer socio comercial del continente, superando a Estados Unidos.
Sólo el comercio con Angola, que ya es el segundo mayor proveedor de petróleo de Pekín, suma US $24.000 millones. Le siguen al país petrolero Sudáfrica, Sudán -que pronto será remplazado por Sudán del Sur-, Nigeria y Egipto. Y el dato más interesante: de los diez primeros socios comerciales de China en África, seis son productores de petróleo. Y esos diez Estados concentran el 76% del comercio con el continente, demostrando una vez más el peso de las compras de crudo en las relaciones comerciales entre las dos regiones.
El caso de la Unión Africana no es, en todo caso, un ejemplo aislado. De hecho se trata de una de las estrategias favoritas de Pekín para ganarse el favor de sus socios: en años recientes China ya ha recurrido al modelo del “edificio de regalo”, construyendo la Cancillería de Mozambique o el Parlamento de Camboya. Incluso en América Latina ha sido puesta en marcha la diplomacia de la infraestructura: el Estadio Nacional de San José de Costa Rica, con capacidad para 35.000 personas, también fue un regalo de Beijing.
Como suele suceder con la mayoría de ‘regalos construidos’ chinos, los materiales fueron importados directamente desde China y la contratista es una gran constructora china. En este caso, se trató de China State Construction Engineering (CSCEC), una de las mayores empresas estatales chinas. La nota curiosa: el sitio antes había sido ocupado por una cárcel de máxima seguridad.