Hace cinco años era la sexta mujer más rica de China, con una fortuna avaluada en US $700 millones. Ahora Wu Ying espera una última revisión de su condena a muerte por fraude y estafa, después de que un alto tribunal provincial confirmara esta semana -por segunda vez- la sentencia en su contra. Lo curioso es que en momentos en que los privilegios y los abusos de los más ricos generan indignación en todo el mundo, el caso de la joven millonaria ha causado simpatía entre los ciudadanos chinos y da cuenta de un malestar más amplio contra un sistema judicial que muchos consideran injusto.
La historia de Wu Ying es la de un ascenso meteórico, tan espectacular y poco probable en un lugar diferente a China. Wu es hija de una familia de granjeros en la provincia costera de Zhejiang, que abandonó sus estudios secundarios para trabajar en el salón de belleza de su tía. Gracias al éxito de un tratamiento para la piel a base de inyecciones de placenta animal, se convirtió en una rentable empresaria que consolidó una cadena de salones estéticos.
En menos de diez años, su negocio se transformó en una red de hoteles, spas, condominios de lujo y negocios conocidos como el Grupo Bense. En 2006, con apenas 25 años, Wu ocupó el puesto 68 del ranking de fortunas de la revista Hurun Report. Sólo cinco mujeres tenían más dinero que ella en toda China.
Pero su emporio se vino abajo en 2007 cuando las autoridades descubrieron que su lucrativo negocio de inversiones, que prometía utilidades de hasta el 80%, era en realidad un esquema Ponzi como el de Bernard Madoff o como el que casi provoca el colapso de Albania en los años noventa.
Wu fue detenida por estafa, acusada de malversar el dinero de los inversores en gastos privados en lugar de invertirlos en el crecimiento empresarial, como había prometido. Se calcula que la estafa alcanzó los US $122 millones. A pesar de su defensa, aludiendo amistad entre los inversionistas, fue sentenciada a pena de muerte.
Wu, de 31 años, no es exactamente una figura querida por la opinión pública, que en general no defiende su inocencia. Pero su caso ha tocado fibras sociales y levantado una fuerte controversia en las redes sociales chinas debido a lo que se percibe como un estándar diferente a la hora de castigar a ciudadanos corrientes y a funcionarios públicos corruptos. Es un absurdo de la justicia”, escribió Li Zhuang en Weibo, microblog chino. “Un funcionario público puede robar miles de millones de yuanes y recibir una pena ínfima. En un mismo país, bajo la misma ley, los veredictos arrojan resultados diametralmente diferentes. ¿Cómo puede la gente ver la ley como algo sagrado y solemne?”.
El caso que más irrita a los internautas chinos es el de Yu Zhendong, el presidente de la sucursal del Bank of China estatal en la ciudad de Kaiping, que desvió más de US $480 millones de fondos públicos. El banquero huyó a Estados Unidos y se convirtió en el primer funcionario público extraditado por Washington a China, antes de ser condenado a 12 años de prisión. “Wu Ying y Yu Zhendong, ¿por qué no puede haber igualdad ante la ley?”, se preguntaba Han Zhiguo, otro usuario de Weibo. “¿Alguien me explica la base legal de la decisión, para entender cuál es la manera más barata de romper la ley?”, ironizaba la reconocida novelista Liu Liu.
Wu además representa la idea de la empresaria pujante de China -en su mayoría de Zhejiang- que ha crecido a partir de su trabajo y no precisamente gracias a las conecciones políticas. Justamente esa zona ha sido una de las más golpeadas con la crisis económica, demostrando que el problema mayor no sólo ha sido la baja en pedidos internacionales sino los préstamos ilegales y la financiación privada, fundamental para el crecimiento de la manufactura china. “Las finanzas han sido monopolizadas, haciendo que tomar créditos corrientes sea extremadamente difícil, pero al mismo tiempo están en contra de que la gente tome préstamos entre sí”, escribió Xiao Han, profesor de derecho en la Universidad de Ciencia Política y Derecho de Beijing, también en Weibo.
Por ahora, parece que a Pekín no le ha gustado mucho la acogida que ha tenido el tema en la red. El día después del juicio había tres millones de comentarios en Weibo sobre el caso de Wu Ying, pero 24 horas después apenas aparecían 600 mil. Varios usuarios denunciaron haber sido “armonizados” en sus blogs en Sina y Tencent.
La pena de muerte en China
Irónicamente la condena de Wu llega en momentos en que Beijing está reformando la legislación sobre la pena de muerte. El año pasado el gobierno chino eliminó la pena capital para 13 tipos de “ofensas económicas no violentas”, casi una quinta parte del total. Entre los crímenes que ya no son punibles con la pena máxima figuran el fraude fiscal, el contrabando de reliquias culturales, el saqueo de tumbas y el robo de fósiles.
El problema para Wu Ying es que la “recaudación fraudulenta de fondos” sigue estando sujeta a la máxima condena. Aún así, no todos están convencidos de que la reforma tenga un efecto real en la sistema judicial chino. “Estamos esperando que el gobierno divulgue información que demuestre que los cambios no son meramente cosméticos y que no hayan eliminado ofensas por las que pocas personas hayan sido condenadas a muerte en años recientes”, señaló Catherine Baber, directora adjunta de Amnistía Internacional para Asia y el Pacífico.
El gobierno chino no publica las estadísticas sobre la pena de muerte por considerarlas un “secreto de Estado”, pero las organizaciones de derechos humanos calculan que Pekín podría superar el número de ejecuciones de todos los demás países juntos. La Fundación Dui Hua, una ONG estadounidense que monitorea la justicia china, estima que el número de ejecuciones se ha reducido de 8.000 a 4.000 en cuatro años. Amnistía Internacional se niega a publicar un estimativo oficial debido a la dificultad para documentar los casos.
Por ahora, a Wu Ying le queda una última carta. Todas las sentencias a muerte deben pasar por una revisión definitiva en la Corte Suprema en Beijing y ella ya está apelando.
Artículo publicado en La Nación (Argentina)
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