El gobierno chino puso un ultimátum en términos de lo que es permitido -y lo que no- en los paisajes metropolitanos del país: no más edificaciones “sobredimensionadas, xenocéntricas y bizarras”.
Conocido como “los pantalones”, el edificio sede de la televisión central de China (CCTV) es imponente en el paisaje urbano de Beijing. El rascacielos no se destaca ni por sus 44 plantas, ni por sus 473.000 metros cuadrados, algo normal en el distrito financiero de la capital. Lo que realmente lo hace único es su diseño, que lo ha posicionado como una de las obras arquitectónicas más bizarras del mundo.
El diseño de Rem Koolhass y Ole Scheeren, que en 2013 le concedió a “los pantalones” el premio de Mejor Edificio Alto en el planeta por el Consejo de Edificios Altos y Hábitat Urbano, sin embargo, ahora es considerado por el Partido Comunista como uno de los “grandes males” de Beijing.
Una directriz emitida conjuntamente por el Consejo de Estado, el gabinete de China y el Comité Central del Partido Comunista, exige que de ahora en adelante todas las obras arquitectónicas de China deben ser “apropiadas, económicas, verdes y agradables para la vista”, en vez de “sobredimensionadas, xenocéntricas y bizarras”.
Las nuevas normas se anunciaron dos meses después de que los altos mandos del gobierno se reunieran para discutir algunos de los problemas ocasionados por la rápida urbanización del país, como la contaminación, la inseguridad y los tacos. El ultimo encuentro de este tipo ocurrió en 1978, cuando solo el 18% de la población vivía en las ciudades. Ahora, más de la mitad de la ciudadanía habita las grandes urbes.
No obstante, durante un simposio de arte en octubre de 2014, el presidente Xi ya se había manifestado en contra de la “arquitectura extraña”. Para él, las atrevidas iniciativas arquitectónicas demuestran una “falta de confianza cultural y actitudes distorsionadas de funcionarios públicos sobre el significado de logros políticos”.
Los “pantalones” de la CCTV no son la única edificación que perturba al mandatario chino. La sede del Diario del Pueblo, una torre dorada de 150 metros, también ubicada en el distrito financiero de Beijing, se asemeja a un pene enorme; sobre todo por los andamios ubicados en la punta, que parecen un bálano.
De hecho, antes de que finalizaran las obras de las oficinas de la televisión central, en mayo de 2012, en las redes sociales circuló un montaje jocoso que toma un recorte del edificio del Diario del Pueblo, lo invierte, y lo sobrepone entre las “piernas” de la CCTV.
Foto: Weibo
Wuxi, provincia de Jiangsu, tiene un centro de exhibiciones en forma de taza de té. En Huzhou, el Sheraton Hot Spring Resort se erige como una herradura gigante a la orilla del lago Taihu (en donde flotan patos gigantes de hule), y en Suzhou, el edificio Puerta del Oriente también ha sido comparado con un par de pantalones.
Foto: Carlos Barria/Reuters
“Estas edificaciones no tienen mucho valor en términos de uso, y su mantenimiento y operación son costosos”, le dijo Liu Shilin, director del Instituto de Ciencias Urbanas de la Universidad de Jiatong, a Shanghaiist. “Varias han sido demolidas poco después de ser terminadas”.
Citado por CNN, Hao Dong, arquitecto fundador de la firma Crossboundaries, expresó que, “en general, las pautas apuntan a una dirección positiva, particularmente en China, donde hay tantos edificios construidos para sobresalir, sin tener en cuenta su función”.
Sin embargo, en medio de los aplausos, hay un puñado de constructores extranjeros inquietos por las limitaciones urbanísticas implementadas en el país. En entrevista con la revista Dezeen, Patrick Schumacher, director de Zaha Hadid Arquitectos, manifestó su preocupación.
“Siento que es una iniciativa de los líderes chinos por independizarse y basarse en el talento local”, dijo. “Sé que ha habido críticas en los medios y voces en el debate cultural manifestando que China ha dependido demasiado del sello de arquitectos extranjeros en el paisaje urbano del país”.
[Crédito foto: skyscrapercity]
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