Son las seis de la tarde y la mezquita central de Id Kah llama a oración en la ciudad-oasis de Kashgar (o Kashi, en mandarín), en el extremo occidental de China, no muy lejos de Tayikistán. La Historia comienza a mencionar a esta ciudad desde siglos antes de Cristo, dado que ocupó un lugar estratégico en la Ruta de la Seda del Norte, que conectaba a Xian con Roma. Marco Polo pasó por ahí. Al día de hoy se hallan vestigios de una riquísima vida comercial que agrupaba a gente de todo Asia Central. Viaje fotográfico a la última frontera de China hacia el occidente.
Su Mercado Dominical es uno de los más grandes del mundo. Más de cuatro mil kilómetros separan a Beijing y Kashgar, adonde las pujantes políticas de desarrollo chinas llegan mitigadas, particularmente debido a la mezcolanza de creencias, costumbres e idiomas de sus residentes. Por las calles desfilan gentes de diversas etnias, cuyas indumentarias y costumbres los distinguen entre sí; el chino promedio de la etnia Han apenas figura en el panorama. La caligrafía árabe desplaza a los caracteres chinos. Sus barrios antiguos son laberintos de adobe donde uno fácilmente se puede perder en el tiempo.
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Jorge A. Ríos se licenció en Derecho en Monterrey, México. Se ha dedicado al periodismo y a proyectos culturales en Beijing desde 2009.
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