Sinología: La escritura de la diferencia. Identidad y representación en el Katakana japonés

In by Andrea Pira

Blai Guarné es antropólogo social, especializado en el ámbito de la representación, los estudios asiáticos y la antropología de la comunicación. Ha realizado trabajo de campo en Latinoamérica, Europa y Asia. En la actualidad, forma parte del cuadro docente de la Universitat Oberta de Catalunya, en los Estudios de Asia Oriental, y es Visiting Research Scholar en la University of Tokyo. En la sinología de esta semana explora los procesos de construcción de identidad japonesa a través del análisis antropológico de una técnica de representación cultural: la escritura katakana. 

I. INTRODUCCIÓN

Esta comunicación expone las líneas principales de una investigación etnográfica centrada en la exploración de los procesos de construcción de la identidad japonesa a través del análisis antropológico de una técnica de representación cultural: la escritura katakana (片仮名). El katakana es uno de los tres dispositivos que integran el sistema de escritura japonés. En este sistema operan simultáneamente elementos logográficos, los caracteres sino-japoneses del kanji (漢字), y elementos fonográficos, los silabarios del kana (hiragana, 平仮名, y katakana, 片仮名).

Como escritura fonética, el katakana se emplea principalmente en la transliteración de los extranjerismos; en la enfatización gráfica de palabras, ideas y expresiones coloquiales; en la escritura de las formas onomatopéyicas; en la transcripción de la onomástica y la terminología científica así como en las comunicaciones electrónicas, caracterizada como una escritura técnica aplicada a la codificación y decodificación de lenguajes y registros. El argumento central de la investigación sostiene que la adaptación de elementos culturales externos, la nominación de experiencias idiosincrásicas, el encaje de realidades sociales y culturales heterogéneas, permiten identificar el katakana como una técnica para la representación de la diferencia social y cultural en la experiencia cotidiana. Estas diferencias expresan dimensiones profundas de la identidad japonesa, cuyos procesos de construcción son repensados críticamente en la investigación.

II. DESARROLLO HISTÓRICO

A nivel histórico, encontramos los precedentes más remotos del katakana a finales del siglo VIII y principios del IX, en un conjunto de sutras budistas escritos en chino, textos anotados referidos con el término kuntenbon (訓点文). En ellos se emplean los signos de un “proto-katakana” en la glosa fonética de ciertos sinogramas conjuntamente con otras marcas de notación, a modo de matres lectionis. Signos y grafos permitían anotar la lectura de los caracteres más complejos, así como aquellos elementos lingüísticos propios del japonés que debían ser añadidos automáticamente en el reajuste oral de una composición china. El katakana fue desarrollado como un sistema de notación por los monjes budistas que precisaban un método de escritura rápido y eficaz en su labor de estudio. La economía gráfica impuesta por las restricciones de tiempo (mientras el maestro leía y comentaba en voz alta un texto) y de espacio (la anotación de sus indicaciones en el margen, entre las columnas de una composición o en el reverso de un texto) conformó su escritura como un sistema auxiliar.

Un sistema caracterizado por el aspecto fragmentario de sus grafías, derivadas de una fracción (kata, 片) en la segmentación de un sinograma. Por este motivo, la brevedad y el esquematismo constituyen los signos del katakana en lo que R.A. Miller (1967) denomina una escritura taquigráfica, tan rápida de escribir como sencilla de leer, exenta del trazo afectado de las formas cursivas. A mediados del siglo VIII, tras las primeras tentativas en los clásicos de la literatura japonesa Kojiki (712) y Nihon shoki (720), el uso fonético de caracteres desvinculados de su contenido semántico eclosionaría en la escritura man’yôgana (万葉仮名), en la antología poética del Man’yôshû (759). Primera aplicación extensiva del principio rebus en la escritura del japonés, su representación caprichosa y arbitraria encontraría en la figura del ateji (当て字) y en los juegos estilísticos de la composición gishô (戯書) una expresión literaria de un marcado esteticismo. Como escritura fonética, el man’yôgana prefigura los fonogramas del kana, que sólo después de un proceso de cursivización y aislamiento darían lugar a los silabarios modernos.

El kana, como todo en la escritura japonesa, deriva de la escritura china, constituyendo el resultado histórico de la aplicación de la escritura logográfica a la representación fonética de aquellos elementos gramaticales que no contaban con expresión escrita, debido a las enormes diferencias entre lo que conceptualmente denominamos las lenguas “china” y “japonesa”. Cabe recordar la antigua tradición interpretativa del kanbun kundoku (漢文訓読) 1153, la lectura en traducción de textos chinos, auténtica clave de bóveda en la conformación histórica del sistema de escritura japonés, kanji kana majiribun (漢字仮名交じり文)1154 .

En este proceso, las grafías angulosas y rectilíneas del katakana auxiliaran la interpretación kundoku (訓読) de una composición kanbun (漢文), cuya escritura en kanji constituirá el estilo formal del otoko no te (男の手) 1155 empleado en el registro erudito y jurídico-político, mientras que las formas redondeadas y suaves del hiragana conformarán el estilo íntimo y popular del onna no te (女の手) 1156, instrumental en el desarrollo de la expresión literaria wabun (和文)1157. Desde finales del siglo XVI diversos testimonios históricos avalan el empleo del katakana en la escritura de voces extranjeras (gairaigo, 外来語) introducidas por misioneros portugueses y españoles así como a través del comercio con Holanda e Inglaterra. Dado que la mayoría de estos vocablos eran objeto de traducción, la práctica literaria continuaría siendo su escritura logográfica. Será en el siglo XVIII cuando los estudiosos del rangaku (蘭学, “saber holandés”) empiecen a emplear el katakana en la traducción de tratados científicos europeos. El levantamiento de la prohibición sobre los libros occidentales que había decretado el Shogunato Tokugawa (Tokugawa bakufu, 徳川幕府) durante el período aislacionista del sakoku (鎖国) dejaría el camino libre a la publicación y difusión de estas obras. La figura del erudito Sugita Genpaku ilustra a la perfección este contexto intelectual, como traductor al japonés de la versión holandesa del tratado de medicina de Johan Adam Kulmus, Anatomisch Tabellen1158 (1734), publicada en 1774 bajo el título de Kaitaishinsho1159.

El método de traducción (hon’yaku, 翻訳) desarrollado por Sugita profundizará los principios establecidos por Arai Hakuseki en su obra Seiyô kibun1160, precursora en el uso sistemático del katakana en la escritura del gairaigo. Sugita conjugaba dos técnicas singulares: la “traducción literal” (chokuyaku, 直訳) -“palabra por palabra” (taigoyaku, 対語訳) de las voces extranjeras en su escritura logográfica- y el texto bilingüe (taiyaku, 対訳), que empleaba el katakana en la trascripción fonética de aquellos conceptos cuya traducción comportaba una complejidad adicional, como en el caso de los homógrafos en los que permitía precisar el significado de términos coincidentes en su escritura.

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[Crédito foto: Tsunajapan]

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