En la sinología de esta semana, Eduardo Lora presenta un trabajo desarrollado para el Banco Interamericano de Desarrollo, en el que explora las ventajas, desventajas y oportunidades en las relaciones comerciales entre China y América Latina
China es la economía que ha tenido el crecimiento más rápido en el último cuarto de siglo. Desde que se inició el proceso de reformas económicas en 1978 ha crecido a una tasa real promedio de 9,4% por año, según estadísticas oficiales. Con algunos altibajos, ese ritmo se ha mantenido sin mayores cambios hasta el presente: el gobierno ha reportado 9,5% de crecimiento para 2004. La industria ha sido el principal motor de esta expansión: la producción de bienes manufacturados desde 1990 ha crecido 12% por año, según la información disponible hasta 2002 .
Se reconoce que la credibilidad de las estadísticas oficiales de crecimiento es cuestionable. Eliminando los factores más obvios de sobreestimación, el economista Alwyn Young, de la Universidad de Chicago, ha estimado recientemente que el crecimiento durante el período de reforma ha sido 1,7 puntos porcentuales más bajo de lo que dicen las cifras oficiales y el crecimiento del ingreso per cápita ha sido 6,1% anual en lugar del 7,8% reportado oficialmente2 . Los ajustes a las cifras oficiales podrían ser mayores pero no existen buenas bases para decir exactamente cuánto. No obstante, incluso considerando tasas de crecimiento para China dos o tres puntos más bajas que las oficiales, América Latina no luce muy destacada en comparación. El crecimiento promedio de toda la región desde 1978 ha sido sólo 2,2% anual.
Los ochentas fueron una década perdida y entre 1998 y 2003 el ingreso per cápita se estancó nuevamente. Así, mientras que en China el ingreso per cápita desde 1978 se ha multiplicado más de siete veces según las cifras oficiales (o cerca de cuatro veces con los ajustes de Young), en América Latina en promedio ha aumentado un escaso 16%. El sector manufacturero latinoamericano tampoco ha tenido un desempeño destacado: su crecimiento anual promedio en los ochenta fue 0,3% y en la década del noventa alcanzó tan solo 2,5% anual. De esta forma, al contrario de lo que ha ocurrido en China, en América Latina la industria manufacturera ha perdido participación en la economía.
A raíz de la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio en diciembre de 2001, estas divergencias han atraído creciente atención, pues se teme que la competencia de productos chinos resulte devastadora para las maquilas de confecciones y para las industrias de equipos electrónicos y muchos otros productos industriales de miles de empresas en toda América Latina.
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