Por tercer año consecutivo los nominados al Premio Confucio de la Paz fueron anunciados al mundo, mostrando nuevamente la perspectiva oriental sobre “la paz”, basada en el concepto de armonía de Confucio y creada como contrapeso al Premio Nobel de la Paz. ¿Quién será el sucesor del presidente ruso Vladimir Putin este año? Un vistazo a los finalistas y al misterio en torno a un premio que nació tras el Nobel de Paz a Liu Xiaobo, pero que asegura haber nacido de manera independiente.
Los integrantes del Centro de Investigaciones para la Paz de China, con base en Hong Kong, nominaron a los individuos que, según su criterio, se dedican a la conservación de la paz a través de su poder de influencia, toman decisiones en contra de actos de violencia y cuyas acciones permanecerán en la memoria histórica por su lucha contra la guerra.
El premio fue creado en el 2010 como oposición a la entrega del Premio Nobel de la Paz al activista chino Liu Xiaobo, condenado a 11 años de prisión por la elaboración y distribución de la llamada “Carta 08”. En ella se solicitaban reformas sociales y liberales dentro del gobierno y sistema chino. Liu, además contaba con una larga trayectoria en la defensa de la libertad de expresión y prensa en el país asiático e incluso tuvo participación en el movimiento estudiantil de 1989. No es de extrañar, que por el contrario, el gobierno chino considerara al galardonado como un criminal y agitador social, oponiéndose fuertemente a su nominación.
Lo anterior generó una lucha de poder entre oriente y occidente, donde ambas partes movieron sus fichas en el mapamundi en busca de apoyo a sus respectivas posiciones, dejando al descubierto el poder político de los “inofensivos nobeles de la paz”, e irónicamente creando un conflicto diplomático.
La definición de paz, como otros términos, tiene diferentes connotaciones dependiendo de que lado se le mire, sea oriente u occidente. Esta, entre otros conceptos como el de democracia o derechos humanos, parece despertar nuevamente el debate sobre la construcción de concepciones que son fundamentalmente occidentales y que han sido consideradas tradicionalmente como propio de todos los pueblos. Según Michael Barr, experto en estudios asiáticos y autor del libro Cultural politics and Asian values, “cada cultura es inherentemente diferente, y los derechos, deberes y estándares morales deben ser determinados de acuerdo a los modelos locales y no basados en mediciones externas”. No obstante, tomando las palabras del ex presidente de Corea del Sur, Kim Dae Jung, el relativismo cultural en el que se basan tales afirmaciones puede ser un escudo a la implementación de políticas represivas por parte de los gobiernos.
Al parecer, la “armonía” del pueblo chino fue interrumpida por el mundo de occidente. Como lo señaló el Wall Street Journal en su momento, la decisión del Comité Nobel sobre Liu Xiaobo fue considerada en Beijing como “una arrogante imposición de los valores occidentales sobre el sistema chino y la interferencia en sus asuntos de soberanía nacional”. Por lo que, al igual que en otras ocasiones, Confucio, fue usado para llenar de contenido una casi improvisada “perspectiva asiática” sobre la paz, basada en una sociedad armoniosa, un desarrollo pacífico y la prosperidad de los seres humanos. Esto, según sus creadores, para mostrarle al resto del mundo como los chinos entienden la paz y abrir el camino a una nueva manera de pensar.
Los nominados que siguen la ruta asiática para la paz son: Kofi Annan, antiguo secretario general de la ONU y enviado especial de la ONU para impulsar los procesos de paz en Siria; Ban Ki-moon, su sucesor a cargo de dirigir la organización durante los procesos de transformación en el mundo árabe; Yingluck Shinawatra, la primera mujer en ocupar el cargo de Primer Ministro de Tailandia y Bill Gates, fundador de la Corporación Microsoft.
Gates, en forma conjunta con el gobierno chino trabaja en la implementación de nuevas tecnologías y productos de bajo costo en materia de salud y agricultura para beneficio de los países subdesarrollados. Además, se une a la lista Wang Dingguo, la última sobreviviente del Ejército Rojo que formó parte de la llamada Larga Marcha. Este viaje fue emprendido las tropas comunistas por el interior de China durante 1934 y 1935 para huir de los ataques del Partido Nacionalista de China, actual partido líder del actual gobierno de Taiwán.
También fue nominado Yuan Longping, conocido en china como el padre del arroz híbrido chino y famoso por su lucha contra el hambre en el mundo a través de a sus continuas investigaciones sobre como mejorar la productividad este grano. Por último, Gyaltsen Norbu de 22 años, el undécimo Panchen Lama, rango de altísima importancia dentro de la religión budista tibetana, siendo el segundo líder religioso después del Dalai Lama. La nominación de éste último es un dedo en la llaga entre China y Tíbet, pues el actual Panchen Lama no es reconocido por los tibetanos, quienes alegan que la verdadera reencarnación del Panchen Lama fue secuestrado cuando era niño y aún se encuentra desaparecido. El Panchen Lama que Beijing acepta, fue designado por el gobierno chino y ocupa un escaño en Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh) con la misión de “salvaguardar la unidad nacional y la solidaridad étnica.”
Llama la atención que cuatro de los candidatos de este año repiten su nominación al premio, Kofi Annan, Bill Gates, Yuan Longping y Gyaltsen Norbu, poniendo en duda la seriedad del proceso de selección. El concepto de “Paz” mas allá de la tinta y el papel, resulta difuso y revela una pauta de selección chino-centrista donde priman los aliados políticos de gran país asiático. En su primera entrega, el Premio Confucio fue otorgado a Lien Chan, ex vicepresidente de Taiwan "por su contribución a la reunificación de China continental y Taiwan". Y para asombro de muchos, el segundo galardonado fue Vladímir Putin, compañero de oposición chino a la intervención militar internacional en el conflicto armado sirio. Ambos políticos no aceptaron del “honor” de recibir tal reconocimiento en sus manos.
Nunca ha sido claro si el gobierno chino apoya o no el premio. El primer año no negaron su participación y permitieron su libre difusión en medios. Pero luego del impacto negativo del premio y la poca atención que recibió el segundo año, negó su complicidad en su creación y gestión, restándole legitimidad. Dejando de lado el relativismo cultural y el reconocimiento a la “labor por la paz”, la entrega de los premios es un instrumento de carácter simbólico que otorga legitimidad y da un empujón político a los actores que lo reciben y al grupo del poder al que representan.
Sin embargo, un premio que no es aceptado por los galardonados ni reconocido a nivel global, -y peor ni a nivel nacional- deja sin arma política a sus promotores, perdiendo validez. El premio tiene adelante la misión de replantear los objetivos y valores orientales detrás de la premiación para ser realmente un galardón con una “nueva perspectiva de paz”.
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